Sin proponérmelo este post sale
justo en medio de esta semana de marzo en la que la cristiandad hace sus
celebraciones de la semana después de la luna llena de la primavera. Digo sin
proponérmelo porque no es mi intención (más no la de Nietzsche) herir
susceptibilidades, pero tenía programado continuar con la serie sobre el
crepúsculo de los ídolos.
Después de acabar por completo
con Sócrates, Nietzsche enfila sus armas ahora contra la filosofía del mundo
occidental, la filosofía europea y comienza una inspección cuidadosa, como
quien hace una disección y encuentra que el origen de la podredumbre, según él
se encuentra en los fundamentos de la filosofía y la actitud del filósofo
producto de ella.
Nietzsche crítica la visión filosófica
de separar la realidad en dos partes y asumir que una de las dos es la
verdadera y la otra necesariamente, la falsa; esto sucede desde la filosofía
griega con sistemas de pensamiento como el de Parménides o el de Platón. El
desprecio a la sensibilidad y la negación del movimiento son consideradas por
Nietzsche como agresiones a la naturaleza; además al conceptualizar en un mundo
eterno e inmóvil los entes que hay en la realidad, se le extrae su verdadero
ser para asignarle una nueva esencia, algo similar a lo que ocurre cuando los
medios de comunicación convierten una víctima en un símbolo, la persona pierde
su humanidad y se convierte en un objeto que será utilizado por todos con un
fin especial.
Siguiendo esta práctica el
filósofo ordena el cosmos en dándole una organización lógica que carece de
sentido, pues intenta hallar el principio de las cosas, no en el principio en
sí mismo, sino en las cosas que “necesariamente”
debe tener el principio para no contradecirse en un universo donde no existe el
movimiento, ni la multiplicidad, ni la finitud del ser; pues estos son
conceptos que pertenecen al “no-ser”. Pero Heráclito ya lo había manifestado en
su tiempo, aunque su voz no fue comprendida.
Así las cosas, el principio
necesariamente es Dios, pero no cualquier Dios, resultará después en el Dios de
la Cristiandad (Platón cristianizado por San Agustín de Hipona o demás
esperpentos de este mismo tipo, que adoptaron principios Helenos que resolvían
conceptos similares al judeocristianismo), un Dios que ofrece un mundo
verdadero después de ésta vida de falsedad, un paraíso para el alma en la
eternidad, y para tal fin una moral enferma y decadente que niegue los
sentidos, y por lo tanto la sensualidad, el amor y la belleza de la vida.
De manera increíble Nietzsche
vincula en los capítulos 3, 4 y 5 la epistemología, la ontología, la teología
con su correspondiente moral, poniendo al descubierto la estructura general de
los sistemas filosóficos de occidente.
El mundo königsberiano, lo
aburrido y desolado de la moral y la epistemología Kantiana son el claro
ejemplo de esta tendencia que revela Nietzsche, y que en este caso particular
es peor para él, por tratarse de un Alemán, un Alemán enfermo del espíritu que
no se contentó con ello y quiso contagiar al resto de la humanidad igual que lo
hizo Sócrates en su tiempo.
Pero no todo son críticas.
Nietzsche expone como él y los suyos (los hiperbóreos) se contraponen a esto,
como la contradicción, el amor, la sensualidad, el tener enemigos, etc., es la
victoria sobre la iglesia y sobre la filosofía, explicando las bases de su
propio sistema de pensamiento que incluye epistemología, ontología y ética.
Definitivamente el crepúsculo de
los ídolos es un libro que no desmerece nada. Continuaré con la lectura y la
reseña de este precioso libro más adelante.
¡SAPERE AUDE!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Si tienes algo que decir, ó quieres que hable de un tema en especial no dudes en dejar un comentario