jueves, 19 de marzo de 2020

PANDEMIA CORONAVIRUS I, LA PLAGA DE ATENAS



Por estos días de cuarentena mundial por el Corona Virus COVID-19 he querido hacer una serie en la que hablaré de las grandes epidemias de la historia y la reacción de la filosofía durante esas grandes crisis de la humanidad.


En el año 431 AC (Antes de Cristo), la gran ciudad de Atenas fue devastada por una peste, por una gran epidemia que tuvo consecuencias nefastas. Es una historia muy interesante pero, ¿dónde estaban los grandes filósofos Griegos de aquel entonces? ¿Qué hicieron ellos por Atenas durante esta crisis?
Antes de empezar les dejo el libro “La historia de la guerra del Peloponeso” del historiador “Tucides” en este link. La parte de la epidemia se encuentra relatada en el libro segundo, específicamente a partir de la página 201.
Al día de hoy los historiadores y arqueólogos no se ponen de acuerdo en cuál fue la enfermedad que atacó la ciudad, lo único cierto es que una ciudad sobrepoblada en una difícil economía de guerra fue el caldo de cultivo perfecto para este mal que presentaba los siguientes síntomas según los describe Tucides
Primero sentían un fuerte y excesivo calor en la cabeza; los ojos se les ponían colorados e hinchados; la lengua y la garganta sanguinolentas y el aliento hediondo y difícil de salir, produciendo continuo estornudar; la voz se enronquecía y descendiendo el mal al pecho, producía gran tos, que causaba un dolor muy agudo; y cuando la materia venía a las partes del corazón, provocaba un vómito de cólera, que los médicos llamaban apocatarsis, por el cual con un dolor vehemente lanzaban por la boca humores hediondos y amargos; seguía en algunos un sollozo vano, produciéndoles un pasmo que se les pasaba pronto a unos y a otros les duraba más. Al tacto, la piel no estaba muy caliente ni tampoco lívida, sino rojiza, llena de pústulas pequeñas; por dentro sentían tan gran calor, que no podían sufrir un lienzo encima de la cama, estando desnudos y descubiertos. El mayor alivio era meterse en agua fría, de manera que muchos que no tenían guardas, se lanzaban dentro de los pozos, forzados por el calor y la sed, aunque tanto les aprovechaba beber mucho como poco. Sin reposo en sus miembros, no podían dormir, y aunque el mal se agravase no enflaquecía mucho el cuerpo, antes resistían a la dolencia, más que se puede pensar. Algunos morían de aquel gran calor, que les abrasaba las entrañas a los siete días y otros dentro de los nueve conservaban alguna fuerza y vigor. Si pasaban de este término, descendía el mal al vientre, causándoles flujo con dolor continuo, muriendo muchos de extenuación.
 Esta infección se engendraba primeramente en la cabeza y después discurría por todo el cuerpo. La vehemencia de la enfermedad se mostraba, en los que curaban, en las partes extremas del cuerpo, porque descendía hasta las partes vergonzosas y a los pies y las manos. Algunos los perdían; otros perdían los ojos, y otros, cuando les dejaba el mal, habían perdido la memoria de todas las cosas y no conocían a sus deudos ni a sí mismos. En conclusión, este mal afectaba a todas las partes del cuerpo; era más grande de lo que decirse puede y más doloroso de lo que las fuerzas humanas podían sufrir.

Aparte de lo horrible que era padecer la enfermedad, las secuelas que dejaba podrían hasta ser peores que la enfermedad misma; y lo peor no era eso. Era en extremo contagiosa, de tal forma que los médicos morían por la enfermedad, los parientes y amigos ya no querían visitar a los enfermos y con esto se empezaron a perder los valores de aquella sociedad, pues aparte de no poder ser solidarios y apoyar a los enfermos y necesitados; la mortalidad por la epidemia era tan alta que no sabían qué hacer con tantos muertos, no podían hacer los respectivos ritos funerarios, y en muchos casos sencillamente los muertos se quedaron allí, tirados en la calle y frente a los templos, agravando el problema de salubridad y la crisis moral en la ciudad.
¿Qué tiene que ver un problema de salubridad pública con la moralidad? Todo, absolutamente todo en la vida humana tiene que ver con la moralidad, y no me refiero a la religión, estoy hablando específicamente de la cuestión ETICA.

Tucides nos sigue contando qué fue lo que sucedió:
Por eso muchos morían en las cuevas echados, y donde podían, sin respeto alguno, y algunas veces los unos sobre los otros yacían en calles y plazas, revolcados y medio muertos, y en torno de las fuentes, por el deseo que tenían del agua. Los templos donde muchos habían puesto sus estancias y albergues estaban llenos de hombres muertos, porque la fuerza del mal era tanta que no sabían qué hacer. Nadie se cuidaba de religión ni de santidad, sino que eran violados y confusos los derechos de sepulturas de que antes usaban, pues cada cual sepultaba los suyos donde podía.
Algunas familias, viendo los sepulcros llenos por la multitud de los que habían muerto de su linaje, tenían que echar los cuerpos de los que morían después en sepulcros sucios y llenos de inmundicias. Algunos, viendo preparada la hoguera para quemar el cuerpo de un muerto, lanzaban dentro el cadáver de su pariente o deudo, y le ponían fuego por debajo; otros lo echaban encima del que ya ardía y se iban.
La mortalidad que trajo la epidemia superó la capacidad administrativa de la ciudad y las capacidades de los ciudadanos que no supieron cómo actual, cómo debían comportarse frente a tal adversidad perdiéndose así los valores inicialmente y como consecuencia de ese descuido las condiciones de salubridad empeoraron.

A continuación Tucides nos describe la crisis de los valores:
Además de todos estos males, fue también causa la epidemia de una mala costumbre, que después se extendió a otras muchas cosas y más grandes, porque no tenían vergüenza de hacer públicamente lo que antes hacían en secreto, por vicio y deleite. Pues habiendo entonces tan grande y súbita mudanza de fortuna, que los que morían de repente eran bienaventurados en comparación de aquellos que duraban largo tiempo en la enfermedad, los pobres que heredaban los bienes de los ricos, no pensaban sino en gastarlos pronto en pasatiempos y deleites, pareciéndoles que no podían hacer cosa mejor no teniendo esperanza de gozarlos mucho tiempo, antes temiendo perderlos enseguida y con ellos, la vida. Y no había ninguno que por respeto a la virtud, aunque la conociese y entendiese, quisiera emprender cosa buena, que exigiera cuidado o trabajo, no teniendo esperanza de vivir tanto que la pudiese ver acabada, antes todo aquello que por entonces hallaban alegre y placentero a apetito humano lo tenían y reputaban por honesto y provechoso, sin algún temor de los dioses o de las leyes, pues les parecía que era igual hacer mal o bien, atendiendo a que morían los buenos como los malos, y no esperaban vivir tanto tiempo que pudiese venir sobre ellos castigo de sus malos hechos por mano de justicia, antes esperaban el castigo mayor por la sentencia de los dioses, que ya estaba dada, de morir de aquella pestilencia. Y pues la cosa pasaba así, parecíales mejor emplear el poco tiempo que habían de vivir en pasatiempos, placeres y vicios. En esta calamidad y miseria estaban los atenienses dentro de la ciudad, y fuera de ella los enemigos lo metían todo a fuego y a sangre.

¡Qué panorama tan desalentador y trágico! Ahora sí podemos hallar la razón al preguntarnos ¿Dónde estaban los filósofos? ¿Los grandes maestros de la antigua Grecia donde se metieron en estos tiempos de crisis? ¿Dónde estaba Sócrates?



Ubicar a Sócrates cronológicamente con exactitud es una tarea titánica, pues de su biografía es muy poca la precisión histórica con la que se cuenta. Se estima que nació en el 465AC, por lo que tendría 35 años durante la época de la epidemia. Pero en aquel entonces no estaba dedicado de lleno a la filosofía, pues hay datos históricos que le ubican peleando en la guerra del Peloponeso contra los Espartanos.
Platón ubica a un Socrates muy joven, probablemente de unos 19 años debatiendo con Parmenides y Zenón de Elea en el dialogo “Parmenides”. Por lo que podemos deducir que ya conocían de Sócrates en la época de la epidemia. El retrato que hace el dramaturgo Aristofanes de él en la obra “Nubes” entre mago, charlatan y loco nos permite ser conscientes de que en aquel entonces los griegos no podían comprender de lleno la filosofía Socrática.

En ese contexto de crisis durante la primera epidemia (si, la enfermedad atacó varias veces la ciudad) y la guerra del Peloponeso, la filosofía da un giro radical al dejar de ocuparse en los problemas de la naturaleza y reconocer que el problema es el hombre (hoy diremos la humanidad, por aquello de la corrección política).
En una ciudad arrasada por la enfermedad y la guerra en la que sus ciudadanos se han entregado a los pasatiempos, placeres y vicios y le llaman a eso “bueno”; Sócrates propuso que todo eso no era sino apariencia y que detrás de esa apariencia hay un verdadero Bien, un Bien absoluto al que la humanidad debe aspirar.

En ésta época de pandemia (Corona Virus COVID-19) y de reingeniería social, ¿podríamos preguntarnos si más allá de toda esta apariencia hay un Bien Absoluto al que como ciudadanos del mundo podamos aspirar?, Un Bien Absoluto lejos de lo relativo, de lo subjetivo, de lo superficial
 ¿Cuál podría ser (si existiera, porque puede que igual y no exista) ese Bien Absoluto?

¡SAPERE AUDE!

viernes, 14 de febrero de 2020

FILOSOFIA DEL AMOR 2020

¡FELIZ DIA DE SAN VALENTIN!

Para todos los que lo celebran. Les dejo una recopilación de pensamientos y reflexiones grandes maestros de la filosofía como son: los griegos Empedoles y Platon, el moderno Emanuel Kant, y el contemporáneo Bertrand Russell.

El "amor"; esta extraña fuerza metafísica, creadora y transformadora del ser.

Siéntase libres de copiar y compartir las imágenes con sus seres amados.











 ¡SAPERE AUDE!